En el Manuscrito A (F84) Teresita pone al descubierto uno de sus anhelos: dejar claro a sus hermanas la gracia que había recibido y que nutría su misión en la Tierra: la gracia de “comprender más que nunca cuánto desea Jesús ser amado”. Y así lo escribe:
“A mí me ha dado su misericordia infinita ¡y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas! Entonces todas se me presentan radiantes de amor. Hasta la justicia (y tal vez ella más que ninguna otra) me parece revestida de amor”.
Para Teresita, la gracia primera, la que todos podemos recibir si estamos porosos a la acción del Espíritu Santo es el amor. La locura del Amor del Padre que, como en la parábola del Hijo Pródigo, busca al hijo no porque sea bueno, sino porque está herido, enfermo, en pecado. ¿Esa gracia de comprenderlo todo a la luz de la misericordia es una gracia a la que tú estás abierto?
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