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Maite Urquiza

Sacar fortaleza de los sacrificios

En las últimas conversaciones de Teresita, consignadas por sor Inés (su hermana Paulina) en el Cuaderno Amarillo, sorprende este diálogo del 20 de julio de 1897. A las tres de la mañana de ese día, Teresita había expectorado sangre y, seguramente, estaba exhausta. Sor María del Sagrado Corazón (su hermana María) quien la cuidaba, le preguntó:


¿Qué harías tú si una de nosotras estuviese enferma en tu lugar? ¿Vendrías a la enfermería durante las recreaciones?


La respuesta de la pequeña Teresa fue ejemplar en muchos sentidos (desde luego, no en el sentido que esperaba su hermana)


Iría derecho a la recreación, sin preguntar por vosotras: y lo haría con toda naturalidad, para que nadie se diese cuenta de lo que me costaba. Y si viniera a la enfermería, lo haría por complacer, nunca por darme gusto a mí misma… y todo por cumplir con mi deber y para alcanzarles gracia que, seguramente, no les conseguiría buscándome a mí misma. Y yo misma sacaría gran fortaleza de estos sacrificios. Pero si alguna vez, por debilidad, hiciese lo contrario de lo que quisiera, no me desanimaría, sino que trataría de reparar mis faltas privándome todavía más sin que se me notase…


¿Cuántos de nosotros no hacemos que se note nuestro sacrificio; cuántas veces no buscamos complacernos a nosotros mismos haciéndonos notar ante los demás? La Cuaresma que pronto inicia, puede ser una buena oportunidad de meditar y hacer práctica cotidiana esta enseñanza de ternura de Santa Teresita.

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