La hermana de Teresita, Paulina, le pidió que escribiera la historia de su alma, pero ella se rehusaba a hacerlo. ¿Por qué? Porque pensaba que si la escribía corría el enorme peligro de ponerse ella y no Dios en primera persona.
Luego obedece, ora y describe lo que intuyó para que sea Jesús el que resplandezca en su trabajo:
Antes de tomar la pluma me he arrodillado a los pies de la imagen de María * (de esta estatua que tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de la Reina del Cielo por nuestra familia), le he suplicado que guíe mi mano para que no trace yo ni una sola línea que no sea de su agrado (Manuscrito A)
*Nuestra Señora de las Victorias, “La Virgen de la Sonrisa”
¿Cuántas veces nosotros, antes de emprender una tarea, llevar a cabo un trabajo, tomar una resolución, incluso elegir una carrera, una profesión, un viaje, un noviazgo, lo que sea que implique hacer la Voluntad de Dios, nos arrodillamos frente a nuestra madre y le suplicamos que guíe nuestro camino?
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